Sunday, April 25, 2010

Día 5

Why do poets think
They can change the world
The only life I can save
Is my own.

- Sherman Alexie (War Dances)

No pensaba en cómo el día iba a terminarse. O sea, no pensaba en cómo la noche iba a terminarse.

Esta tarde fuimos a la ciudad de León para ver la ciudad, las catedrales y las casas de Ruben Darío. Yo estaba muy emocionado al ver la casa de Ruben Darío como adonde durmió y adonde escribió. También me gustaban los libros viejos de Darío que se había expuestos. Sin embargo, si puedo decir, la reunión con Claribel Alegría fue mucho mejor (el ver una escritora muy famosa, y para recibirle información sobre cómo escribir).

Entonces, fuimos a un restaurante, y mientras esperaba la comida, Francisco, Pierce y yo caminábamos por la playa para mirar a los pescadores. Se hacían unos espectáculos en los botes, saltando por las olas. Y pensaba, ¿qué vida? Una vida donde una persona puede beber, puede ser libre en el mar, en un bote. El mar se siente como un lugar de la libertad... pero el regreso es algo que puede basar una persona. Los pescadores no son ricos, no tienen unas casas muy grandes. En este momento, no sabía como sentirme: triste o alegre. Quizás es mejor que nunca lo sepa.

Cuando regresamos al hotel, había otra fiesta. Esta vez Profe vino, y con regalos también: helado, cerveza y cuentos. Pasábamos la noche con lujo y comodidad. Nos contaba cuentos sobre sus viajes con Rasputín y el espíritu que se apareció en su casa una vez. Todo parecía como si fuera un sueño. Y cuando todo el grupo se acostó, a Tyler y yo nos miró Francisco.

- Vámonos – nos dijo. Tyler y yo nos mirábamos con gestos confundidos, sin embargos, nos fuimos en el coche y Francisco condujo después de unos chupitos de Flor de Caña.

¡Qué tonto estaba! Si nunca hubiera ido en el micro, quizás no tuviera tres pelos grices más arriba en la cabeza. Pero nosotros fuimos, y Francisco salió con las llantas girándose, y la goma quemándo.

- ¿Adónde vamos? – lo preguntábamos a Francisco. No había respuesta; sólo conducía el micro. Con la visión borrosa y el micro desplazándose bruscamente por las calles, Francisco y yo finalmente nos miramos y dijo “mujeres” con puños que golpearon cuando estaba conduciendo. Miré a Tyler y le dije, en inglés – are we getting hookers? - Tyler me miró y a Francisco le preguntó - ¿vamos a buscar prostitutas? – Francisco se quedaba en silencio después de esa pregunta; no quedábamos en el miedo.

Encontramos el edificio de las prostitutas con luces alrededor y una verja de alambre de espino alrededor el estacionamiento de automóviles. Cuando lo parqueamos, Francisco nos dijo – denme trescientos córdobas y pon las carteras en la guantera. – Quizá la esperanza estaba en que el dinero que le di lo haría salir, quizá lo hiciera quedarse. Graciosamente, él salió.

Por el momento, Tyler y yo respirábamos con mucha fuerza, sin embargo, la noche no se terminaba y el miedo se mantenía.

Había visto que Francisco no nos tomaba al hotel, pero nos tomaba a una gasolinera. Entonces, en la gasolinera, nos compramos doce cervezas y una caja de pollo y papas fritas. Los comimos en el micro, con la puerta abierta y un espacio en mi vida de menos seguridad. Tomamos las cervezas, y cuando Francisco tomó su asiento de conductor otra vez, abrió otra cerveza para beberla durante el viaje. Entonces, fuimos a otro lugar desconocido a Tyler y yo. Fuimos por las calles, casi golpeando los perros, otros coches, motociclistas, y peatones cada vez que los veíamos. Cuando el micro se paró, casi besaba la tierra, pero no fue la tierra del hotel. Fue la tierra de una casa, una casa muy pequeña que cuando salimos del micro, Francisco nos dijo – “Es mi casa.”

Todo el tiempo que pasábamos con Francisco antes de este evento se amontonaban. Los tiempos que me llamaba – Branjolina – y me decía – Branjolina, I lofe yoo – y los tiempos que a Tyler le dijo – David Beckham, en Nicaragua… O mai Gawd! – aquí estaban, mirándome en la cara con toda mi ansiedad y miedo de que fuera a ocurrir.

Entramos por la puerta y Francisco nos dejó para ir al otro cuarto. Regresó con una mujer embarazada y dijo – Thees ees mai wiif. –

Durante la estancia, no había problema con su esposa, pero teníamos problemas con la actitud de Francisco que se simulaba tirarse a la mesa diciendo – Thees ees mai wiif. - Y su esposa nos miraba con ojos de la cárcel y el alma trampeada detrás las barras del patriarca y el hombre machista. Durante su vulgaridad, la esposa de Francisco nos preguntó estábamos en Nicaragua y qué hacíamos en la universidad. En contra de Francisco (en este momento) ella era agradable… muy agradable. Hablábamos mientras que Francisco hacía la maleta para quedarse. Después de treinta minutos en su casa, decimos adiós a su esposa y regresamos al hotel.

Durante mi viaje al hotel pensaba sobre la puma de La Siberia, y la ansiedad de ser en otro país. Esta noche se llenó con la ansiedad. Tyler y yo sentimos el puma, que mostraba los dientes orgullos durante toda la noche. La esposa de Francisco sentía el puma cada vez que Francisco regresaba a la casa borracho. Y, a pesar de que Francisco nunca lo mostraba, todavía sintió la presencia del puma. La presencia de la ansiedad que nunca tendría una vida rica. La presencia del miedo que nunca tenía un momento así otra vez. La presencia de la maldición de ser hombre.

Esperábamos que Francisco pudiera dormir en mi cama, pero cuando regresamos, Francisco cayó en la cama después de abrazarlo y diciendo – David Beckham… Ai lofe yoo – y la noche se terminó con los ronquidos de Francisco.

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